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domingo, 2 de agosto de 2015

La Batalla de Bicoca

Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico tenía su atención fija puesta en el milanesado, una zona de dominio francés la cual ansiaba poseer y sobre la que creía fervientemente tener el derecho legítimo de regentar. Irremediablemente ante este hecho el Imperio Español entró en guerra contra el Reino de Francia cuyo objetivo era dominar toda la Península Itálica. Carlos I consiguió un potente aliado, el papa. De esta forma se creó una gran coalición que aglutinaba las fuerzas españolas, las alemanas y las papales a cuyo mando estaba Próspero Colonna oficial del ejército español. Con un ejército, que tras ser reforzado, llegó a ser de 18.000 hombres puso rumbo a Milán y ante la posibilidad de sufrir grandes pérdidas tomando la ciudad, decidió aislarla cortando sus líneas de comunicación.
 
Por su parte las fuerzas francesas también tenían un potente aliado, Venecia, cuyas fuerzas combinadas con las galas sumaban una cifra cercana a los 25.000 combatientes de los que muchos eran mercenarios suizos los cuales se quejaban constantemente de la tardía en la que llegaban las pagas por lo que las deserciones comenzaron a ser un gran problema para el alto mando francés.

 

La Batalla de Bicoca supone un antes y un después en la historia militar junto con la Batalla de Ceñirola. Las armas blancas comenzarán desde entonces a perder progresivamente el protagonismo que históricamente han tenido en favor del plomo. Las armas de fuego portátiles comienzan a ser a partir de la Batalla de Bicoca las grandes dominadoras de los campos de batalla y ningún ejército a partir de entonces podrá poner tal afirmación en entredicho.
 
La batalla tendría lugar al norte de Milán, fuera de sus muros, en una pequeña localidad hoy absorbida por la propia Milán llamada Bicoca.
 
El mando español, personificado en la figura de Próspero Colonna decide no atacar frontalmente la formación de piqueros suizos que por su parte debido a la falta de pagas, exigen una batalla inminente. Sabedor de esto, Colonna sitúa el grueso de sus tropas en lo alto de una loma. Los piqueros suizos son junto a los tercios españoles , la mejor infantería del mundo. Sus cuadros perfectamente formados y muy disciplinados han sembrado el terror en los campos de batalla desde hace dos siglos y los ejércitos enemigos se lo tienen que pensar mucho a la hora de atacar dichos escuadrones de frente. Sin embargo, sus técnicas y sobre todo su equipamiento comienza a estar obsoleto.


 
Sabedor de la situación, Colonna permite una carga frontal de los cuadros de picas suizos mientras que sus tropas se limitan a mantener terreno en posición defensiva. Los piqueros suizos avanzan confiados en una fácil victoria pues se creen superiores y saben que les ampara otra superioridad mayor aún, la superioridad numérica. Sin embargo, en cuanto los suizos comienzan a subir la pendiente que les separa del ejército imperial, su ritmo tiene que decrecer para mantener la formación y su avance se ralentiza considerablemente. En cuanto los suizos están al alcance del fuego de los arcabuces españoles, estos abren fuego simultáneamente descargando una andanada de plomo que diezma considerablemente las fuerzas helvéticas. Detenidos en seco por la caída de sus camaradas de primera fila las formaciones suizas son un blanco fácil para las armas de fuego españolas incluida la artillería. Es entonces cuando las bajas suizas aumentan al ritmo que les permite a los españoles el recargar desatándose una auténtica masacre entre las filas del país alpino.
 

Los suizos se tienen que retirar del combate sin ni siquiera presentar batalla, la matanza se cobra la vida de al menos 3.000 suizos sin que ningún español, alemán o italiano aliado, fuese hecho herido, muerto o prisionero por la fuerza enemiga. La única baja que tuvo que lamentar las tropas imperiales fue la de un muerto por culpa de una coz de una mula. Desde entonces el término "Bicoca" se utiliza como sinónimo de algo fácil. 
Es importante destacar que era la primera vez que los cuadros suizos se tenían que retirar de una batalla lo que sin duda fue un gran logro para el ejército imperial de Carlos I, logro que vaticinaba un cambio de época en el dominio de los campos de batalla. La pólvora y los Tercios españoles se perfilaban como los grandes dominadores de la nueva guerra.


Fuente: Batallas de Guerra

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